22 January 2019
Cada persona llega a este mundo con una serie de cualidades innatas que, en armonía con el entorno que le rodea, van desarrollando y desplegando una serie de recursos y competencias. A lo largo de nuestra vida se nos van presentando distintas dificultades que tenemos que ir resolviendo para seguir adelante en nuestro camino. Gracias a las competencias que hemos ido adquiriendo somos capaces de salvar los obstáculos y poder llegar al lugar que nos hemos propuesto. Cada dificultad ha requerido de una serie de recursos, unos que ya estaban desarrollados en nuestro interior y otros que hemos tenido que ir trabajando para mejorarlos o generarlos. Si el recurso nos ha servido de ayuda en ocasiones anteriores con determinada frecuencia, se trata de un recurso de fácil acceso y plenamente consciente. En esos momentos nos mantenemos firmes, tan sólo hacemos uso de nuestra competencia, salvamos el obstáculo y seguimos adelante.
Distinta es la situación que se nos presenta para la que no tenemos un recurso disponible que nos pueda ayudar. Si además calificamos la situación como importante, es bastante seguro que sintamos agobio, ansiedad, estrés, miedo, rabia o cualquier otra emoción relacionada con mecanismos de defensa. También es posible que aparezcan pensamientos derrotistas e improductivos que lo único que harán es echar más leña al fuego. Con este panorama, nuestro cuerpo tampoco se queda atrás, sino que empieza a somatizar a través de cambios fisiológicos como el aumento de la tasa cardíaca y de la presión sanguínea, la respiración se vuelve breve y superficial, se pueden producir cefaleas, dolores musculares y un largo etcétera. Y todo esto ocurre porque una porción minúscula de nuestro cerebro con forma de almendra, la amígdala, toma el control de todo nuestro ser llevando a cabo un secuestro emocional y bloqueando el lóbulo prefrontal, la base de nuestro pensamiento lógico.
¿Cómo manejar esta situación? En primer lugar, respirando. Obviamente, en este momento como en cualquier otro, estamos respirando, pero si durante la mayor parte de nuestra vida el trabajo respiratorio se hace de forma automática e involuntaria, en momentos de dificultades, más aún. Respirar, darse cuenta de que estamos respirando y de que estamos vivos independientemente de lo que tengamos delante es el primer paso hacia la solución. Necesitamos hacer varias respiraciones profundas, de manera que el aire cargado de oxígeno recorra todo el sistema respiratorio y vaya desde las fosas nasales hasta nuestro abdomen, y desde el abdomen vaya expulsando el dióxido de carbono hacia el exterior. Hacer esto entre ocho y diez veces ayuda a que nuestra carga alostática disminuya y que bajen nuestros niveles de cortisol, la hormona del estrés, en el organismo. Si a esta acción respiratoria le añadimos algunos cierres y aperturas de las manos, haciendo fuerte presión con los puños y relajando de nuevo, estaremos bloqueando el secuestro emocional, derrotanto el control de la amígdala y devolviéndole el poder a nuestra corteza prefrontal, la cual nos ayudará a valorar de forma más calmada y objetiva la situación en cuestión.
Antes de continuar con el siguiente paso vamos a hacer un repaso por los tipos de competencias que podemos desplegar. Estas se pueden dividir en cuatro bloques en función de que se trate de recursos productivos o improductivos y que a su vez sean conscientes o inconscientes. El orden en el cual presentamos lo tipos de competencias podría ser secuencial y responder a las fases del aprendizaje, pero lo cierto es que para determinados casos podemos mantener el mismo tipo de competencia durante toda la vida.
De los cuatro niveles, los dos más llamativos son los inconscientes, la incompetencia porque nos puede acarrear dificultades, y la competencia porque ni siquiera la usamos voluntariamente. Queremos centrar nuestra atención en la competencia inconsciente, en cómo poder activarla cuando queramos y ampliar nuestras posibilidades en determinadas situaciones.
A medida que avanza nuestra vida vamos adquiriendo un mayor número de conocimientos y destrezas que ponemos en marcha a medida que nos vamos desenvolviendo en un sinfín de situaciones. Una parte de estos recursos permanecen en el olvido por falta de uso, bien porque no se presentan los contextos adecuados para desplegarlos, bien porque tenemos otras estrategias más efectivas que son las que utilizamos. Nuestro organismo en su totalidad funciona por el principio de economía de medios: utilizar los recursos que ofrezcan mayor efectividad con el menor gasto posible en cuestión de energía y medios. Una prueba de ello la encontramos en el mecanismo de podado neuronal, proceso mediante el cual se van eliminando conexiones neuronales que no se utilizan para reforzar otras de mayor relevancia en nuestra vida. La fase de la pubertad es el momento del desarrollo en el que actúa con mayor énfasis el podado neuronal. No obstante, dado el alto nivel de neuroplasticidad que poseemos, el mecanismo de podado neuronal continúa a lo largo de toda nuestra vida. Es por ello que nunca dejamos de aprender, pero también de olvidar.
Volvamos de nuevo a esa situación difícil que se nos había presentado y para la cual no teníamos los recursos de afrontamiento necesarios. Comentábamos que lo primero que teníamos que hacer era respirar de forma consciente para poder realizar una valoración objetiva y calmada de la situación. Bien, el segundo paso que tenemos que hacer es determinar si el recurso que necesitamos desplegar está dentro de nuestro repertorio o no. En otras palabras, debemos situarnos en una de las cuatro competencias para saber cuál debe ser el siguiente paso: darnos cuenta de que nos faltan los medios y no lo sabíamos (hacer consciente la incompetencia inconsciente), desarrollar una habilidad nueva o reforzar alguna que ya poseamos (incompetencia consciente), utilizar algún recurso disponible (competencia consciente) o activar algún mecanismo que ha permanecido dormido en nuestra mente (competencia inconsciente). En los dos primeros casos la solución llegará más tarde o más temprano en función del tiempo requerido para desarrollar la competencia. En el tercer caso, dado que ya tenemos la competencia, tan solo tendremos que ponerla en acción. Por último, activar la competencia inconsciente requiere una mayor conexión entre la mente y los procesos conscientes y los inconscientes, y esto no es algo que suela ocurrir de forma natural ni de la noche a la mañana. Pero como todo en esta vida, se puede entrenar.
Existen diversas técnicas para despertar la competencia inconsciente. En Synergy utilizamos algunas de ellas dentro del Método CEP© by Synergy (Control Emocional Programado): meditación y mindfulness, yoga nidra y programación neurolingüística, entre otras.
Esperamos que nuestras aportaciones te hagan un poquito más fácil solventar las dificultades que se te presenten y te separan de tu objetivo. Si necesitas más información ponte en contacto con nosotras.
Disfruta plenamente la vida!!
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Synergy HR Development es una consultoría innovadora, fruto de la unión de un equipo multidisciplinar de profesionales expertos en el desarrollo del capital humano en el seno de una organización.